domingo, 3 de marzo de 2013

En este valle de lágrimas



El mecanismo que originan los capítulos de mis libros, es en sí extraño y cambiante.

De tanto en tanto entra en actividad lo que yo llamo mi duende travieso y una frase o una palabra, se enciende como un letrero de neón.

Anoto eso que en el momento no tiene sentido lógico y empieza a dar vueltas en mi cabeza hasta que el sentido aparece y el tema adquiere vida y las neuronas se ponen en movimiento.

Todo cobra significado y tiene razón de ser.

Días pasados conversaba con una persona, respecto de la alegría que es vivir, más allá de sinsabores y penas, ya que el saldo es siempre favora-ble. Yo pienso así y no es porque nunca me haya pasado nada malo, pero siempre “que llovió, paró”.

Como mi físico está menos trabajador que mi cabeza, cada tanto tengo que hacer pausas, sentarme unos minutos, tomar respiro antes de conti-nuar.

En esos minutos de descanso y relax cuando la mente vaga sin sentido, recordaba lo conversado un rato atrás sobre la vida, cuando un pensa-miento suelto y descolocado salto en mi mente. Ese pensamiento fue la frase “en este valle de lágrimas”.

Ahí empezó todo.

¿Dónde había escuchado o leído eso?

¿Qué significado tenía?

Estaba segura  de que eso lo repetí en algún momento, pero no podía re-cordar dónde ni porqué.

Después de mucha cavilación conseguí relacionarlo con alguna oración olvidada hacía tiempo, pero…¿ cuál?

Revisando papeles y libros, amarillos de tiempo y abandono, por fin la encontré.

Era el Salve, una oración de ruego a la Virgen María.

Me puse a leerla y analizarla y saltaron conceptos que repetimos sin saber el sentido y sin analizar si son ciertos o no, y si condicen con nuestras convicciones. Forman parte de los sonsonetes que son verdaderos lavados de cerebro, que escribieron algunos santos eruditos fabricantes de doctrinas y dogmas.

El párrafo dice textualmente:

“A ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas”…

En primer lugar somos los desterrados hijos de Eva. ¡Otra vez con la pobre Eva!...

De Adán, el Varón, nadie dice nada, y no lo hace, porque la mujer, para la Iglesia es inferior y culpable de todos los males, los pecados y los errores cometidos desde la Creación.

Si existieron esos dos seres, si existió el Paraíso, si es cierto lo de la serpiente y lo del árbol del bien y del mal, que algunos identifican con un manzano, porque Adán comió la manzana, incitado por Eva, seducida a hacerlo por la serpiente ( símbolo del mal) …¿ por qué toda la culpa fue de Eva? ¿Acaso Adán era ya un marido manejado? ¿Es cierto que los maridos se dejan manejar, o son los que mandan machistamente en la casa?

Como verán, sin querer surgieron cuestiones  colaterales.

La verdad de la historia es que para la Iglesia, con excepción de la Virgen María y de las Santas (que mientras estuvieron vivas no fueron reconocidas ni con cargos ni con honores), las mujeres valemos muy poco. Hasta las que siguieron a Jesús, que no fueron pocas, no se mencionan en las escrituras y cuando aparece alguna, era prostituta o adúltera. Hombres adúlteros no había (los que hay ahora gozan de prestigio porque son "pioas").

En cuanto al valle de lágrimas que es el motivo que nos preocupa, mejor dicho que me preocupa, tampoco estoy de acuerdo. En realidad se habrán dado cuenta de un pequeño detalle, ¡soy una protestona!

Yo no considero a la vida terrena como un valle de lágrimas aunque muchas veces lloré por circunstancias tristes o traumáticas.

La vida tiene muchas cosas para que estemos felices, ya que la felicidad es la suma de momentos gratos y no un estado continuo de alegría.

Si esto último fuera así, terminaríamos hastiados de reír y todo sería de una monotonía demoledora.

No tendríamos el placer de buscar el goce y todo caería del cielo sin esfuerzo. Todos sabemos que lo que no cuesta no vale.

El famoso destierro fue un favor y no un castigo, ya que estaríamos todavía abriendo la boca para que la comida nos caiga en ella y no moveíamos un dedo para mejorar una situación que supondríamos perfecta.

Seríamos como nuestras mascotas son, sólo moveríamos la cola para que todo se nos diera sin esfuerzo.

Pienso que a mí no me hubiera gustado eso, pero claro está, si estuviera en el Paraíso no estaría haciendo estas reflexiones.

Yo estoy contenta con este destierro a tal punto que no tengo ningún apuro para abandonarlo y partir con rumbo incierto.

Si la reencarnación, en la que creo, fuera cierta, estaría apurada por volver.

Dejemos de propiciar el llanto como algo que no podemos evitar.

Está bueno llorar de vez en cuando pero no como hábito

Todas las penalidades tienen solución con la ayuda de Dios y nuestro trabajo y empeño.

Dios nos ama y no puede estar feliz con que lloremos en “este valle de lágrimas”, pero tampoco debe considerarnos minusválidos e incapaces y sobretodo no debe gustarle mucho que no hagamos el menor esfuerzo para solucionar los problemas y seamos unos vagos eternos.

Como siempre, les diré un refrán:

“Ayúdate y Dios te ayudará.

En lo personal, estoy tan ocupada en crear el Paraíso en la tierra, que no tengo tiempo para añorar el mítico Paraíso Perdido. Además, si obser-vamos las maravillas que la naturaleza nos brinda a cada paso, ríos, montañas, cascadas, glaciares, llanuras, vegetación, flores y animales… ¿Podemos estar seguros que fuimos expulsados del Paraíso?

Queridos compañeros de viaje miren a este valle como un “valle de alegría” y dejarán de llorar sin razón.



No hay comentarios:

Publicar un comentario